Micaela y sus hermanas Micaela y sus hermanas De chica odiaba los insectos, crecimos para colmo cerca de una zona rural, plagada de ellos. A la tardecita, poco antes de la cena, después de lavarnos las manos, con mis hermanas: Agustina y Ágata, una a una, nos sentábamos en la cocina, a esperar las variadas recetas materna. A veces nos sorprendía con un plato exquisito o algunos de nuestros platos preferidos. Luego de la cena, nos reuníamos en el dormitorio de nuestra madre para escuchar distintas historias, nunca supimos si eran veraces, pero quedábamos fascinadas. Al terminar los relatos, nos pedía que nos acostáramos. Lo cual era seguido a pie juntillas. Ya en el dormitorio, nos daba las buenas noches, nos arropaba, y eso sellaba la finalización del día con un beso en la frente, a cada una de las tres. Esta ceremonia, se llevó a cabo durante toda nuestra infancia. Al cerrar la puerta, detrás de sí, a veces nos reíamos de tan sólo mirarnos, alguna de nosotras estaba absorta con la boc...