La araña


La araña




 

La araña 


(una compañía impensable)


Una pequeña historia de la vida cotidiana: hace ya mucho tiempo, una vez durante el verano, estábamos trabajando en el centro de cómputos de una conocida acería, en un séptimo piso, y se cortó la luz. En ese entonces no había grupos electrógenos ni celulares. Llovía muchísimo. Sin nada que hacer y apenas con la luz de la calle, tuve el privilegio de ser el único espectador, a través de la ventana, y vi cómo construía su tela de araña. El tamaño de este simpático bicho era de apenas dos milímetros y era de color blanco. Siempre creí que las arañas eran un poco mágicas. Las bocanadas de humo marcaban mi letargo. Ella daba vueltas en derredor de círculos concéntricos, a su propio ritmo.


Otro dato de esa noche: mi compañero Francisco G. habló toda la noche por teléfono con su novia. Después de eso, se casaron. Era una persona que gustaba llevar la contra solo para divertirse. Con lo cual, a veces lograba sacarme de mis cabales. Después de lograr esto, se quedaba tranquilo, como si estuviera satisfecho de haber logrado su cometido. Si no, lo tenía durante toda la noche dando vueltas hasta que conseguía alterar la quietud de otro compañero.


Alrededor de esa época, también tenía un entrañable colega de desglose, Hugo A., al que le decíamos "el turco". Era morocho y de nariz aguileña, muy trabajador y con don de gente. Como vista o situación hacia afuera, estábamos frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat; hacia adentro, el Centro de Cómputos. Mientras tanto, la tela de araña junto a la ventana va tomando forma poco a poco, mientras llueve torrencialmen-te. El agua caía bastante cerca, en un séptimo piso, del barrio de Montserrat. Sin embargo, ella seguía inmutable con su obra, como si la lluvia no lograra importunarla. Sus movimientos danzantes, incansables, impávida, continuaron durante toda la madrugada. Su tamaño, muy pequeño; su postura o inconsciencia, no empobreció su obra; muy por el contrario.


Mi jornada y su obra terminaron esa noche en absoluta armonía. Otras veces, junto con mi pequeña hija, alimentábamos con distintos insectos a alguna araña de turno, solo para verla danzar alrededor de su presa. En la vieja casona de Caballito (Bs. As.), distintos momentos, una sola pasión, con la mirada puesta siempre alrededor de la naturaleza.


Autor: Miguel Ángel Acuña Márquez - Viento azul -©



Comentarios

Anónimo dijo…
2 milímetros y ya tiene grabado como tejer la trampa que usará p/ alimentarse

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