El Intruso
◇ El intruso
Prólogo:
Narra la historia de un espíritu errante, cómo se libera su energía y cómo se relaciona con tres personas, todas pasajeras de un viaje en bus, siendo ellas intrusadas. Este espíritu tenía la capacidad de captar pensamientos humanos, pero solo eso.
Había sido liberado por accidente en el verano pasado. Le había costado bastante tiempo entender el mecanismo de su don. En principio, para ser franco, diré que todo se debió a las tropelías de un gato. Sí, así fue. Yo yacía en el interior de una urna, desde hace muchísimos años, totalmente ajeno a lo que habría de acontecer. Imposible saber a ciencia cierta los años transcurridos.
Como estaba relatando, un gato gris jugaba con un adorno que colgaba de la biblioteca. Se queda enganchado de un cordel y, al girar sobre si mismo, tira la urna al esparciendo mis cenizas de su interior. Para mi sorpresa, fui despertado y sorprendentemente liberado por un animal. Tomé todo esto de buen modo, ya que tenia por delante muchísimo tiempo libre y nada que perder.
Lo poco que sé de mi espíritu se lo debo a mi ignorancia, ya lo decía Platón. Me defino simplemente como aventurero y alegre. Vagué varios meses hasta saber que, por azar, podía escuchar pensamientos, solo entrando en su cabeza. Me acerqué a un ser sensible y escuché su monólogo interior. A partir de allí, mi existencia cambió radicalmente (no crean que fue fácil detectar esto).
Si bien no era con todos, por lo menos había logrado una puerta, por demás interesante. Empiezo a entender, poco a poco, mi esencia. Me faltaba aún incursionar en alguna mascota, pero me daba escozor o tal vez incertidumbre.
A mediados de febrero llegué hasta la terminal de bus, llevado por los pájaros y el viento. Sondé algunas personas, fue muy grato, después de intentar varias veces, sin establecer conexión alguna. La oportunidad se dio cuando me acerqué a un hombre joven, por demás observador. Supe más tarde que era redactor de una revista de actualidad.
Logré darme cuenta de que sus actividades estaban relacionadas con un robo. Como ya he comentado, solo podía interpretar sus pensamientos, no interactuar. Esta limitación frustraba mis expectativas. También me di cuenta de que mi intrusión afectaba un poco a la persona objeto. No era mucho, solo un pequeño dolor de cabeza.
A medida que el micro iba devorando distancias, mi curiosidad hacía estragos en mi poca energía etérea. Debía esperar a recuperarme para poder adentrarme en otro ser.
Luego de un tiempo, logré incursionarme en otra persona. Este era un hombre de unos cuarenta y cinco años, más bien parco, morocho, desalineado, con botas y un chaleco de cuero. De mirada profunda.
Este hombre, al poco tiempo que entré, se quedó dormido. Luego, en un momento, comenzó a soñar. Lo que vi me dejó helado. Las escenas eran cruentas; él ejercía dominio escénico con otras personas, sobrepasando los límites normales. Me dejó un sabor amargo, por lo que debí salir con mucha prisa.
A modo de cambiar diametralmente, decidí incursionar esta vez en la mente de una mujer. Dejé a propósito varios asientos libres sin elegir. Ya en la penumbra, alcancé a ver que la mujer estaba despierta leyendo un libro de cuentos, algo así como "El paraíso de los gatos". De cabellos dorados, bello rostro, piel trigueña, ojos color miel y su desfachatada sonrisa cautivaron mi atención. Quedé fascinado.
De haber yo tenido rostro, seguro me hubiese sonrojado de mis palabras. Me acomodé (es un decir) y logré una comunicación casi total en este cerebro, que colmó gratamente más allá de mis posibilidades. Volviendo a mi intrusión, esta vez no salía de mi asombro, porque esta mujer me daba la impresión de que tenía una vida muy intensa, algo ligera de ropas. Esto no desmerecía mi primera impresión de ella; no la juzgo, solo describo lo que veo o escucho.
Las escenas y los diálogos, algo subidos de tono. Esta mujer daba la impresión de ser una dama de compañía. No por su aspecto elegante, sino por sus actitudes. Habiendo completado la primera fase de mi propósito, elegí volver al primer muchacho. De esta manera iba tejiendo las historias, con una pequeña impresión de cada una de ellas.
De sus pensamientos extraje lo siguiente:
El ladrón: Dejó entrever que, como editor, era una mente creativa, muy buena, con lo cual mi impresión había estado errada.
El asesino: Él, esta vez, estaba despierto, hizo cambiar mi perspectiva; en realidad era un actor y, por ende, muy imaginativo, era incapaz de dañar a nadie.
La prostituta: Esta mujer trabajaba en publicidad, con lo cual debía dar rienda suelta a todos sus instintos y fantasías para crear nuevas ideas. Además, como ella pensaba, era una manera de liberar tensiones.
Haciendo un resumen de mi experiencia, en lo que llamé mi primera intrusión,
"Nada es como lo vemos o creemos verlo en su apariencia".
Mi espíritu quedó así satisfecho. Aunque las conclusiones eran confusas. Como si los sueños e imaginaciones se desconectaran de la realidad sin producir cambios en ella o todo lo contrario... O simplemente eran fantasías. No era mi intención embarcarme en una discusión filosófica. Por lo que seguí adelante.
Con mucha avidez de aventuras, dejé que me transporte un pequeño halcón, esperando que la naturaleza me sorprenda. Vaya a saber qué motivó al halcón a sobrevolar sobre una cabaña. Me dio curiosidad y me pareció interesante averiguarlo; debí armarme de paciencia, porque transcurrieron varios días y no pasaba nada. Lo único que se veía desde el aire era un perro ovejero. Mientras tanto, yo aprendía la majestuosidad de sus acrobacias aéreas.
La solución llegó sola, en lo que era una hermosa tarde de sol, el halcón volvió a sobrevolar la cabaña, parecía alejarse nuevamente, se remontó al cielo para bajar en picada, cazando en esa maniobra un ratón de campo. Al acercarse, lo dejó caer cerca del aljibe y se quedó observando desde lo alto, en un árbol cercano. Esta escena era seguida, con mucha atención, por un perro que estaba ladrando amistosamente.
Al ver caer el alimento desde el cielo, el ovejero acudió prontamente, dándose un pequeño festín. Lo que pasó después aclaró el misterio; no podía creerlo. El halcón bajó al patio de tierra y se posó sobre la batea del alimento balanceado del perro. Y este lo miraba con atención, moviendo la cola, sin acercarse demasiado, ladrando suavemente. Habían logrado un intercambio; seguramente el halcón estaba cansado de ratones y el perro del balanceado.
♣ Autor: Miguel Ángel Acuña Márquez - Viento azul ©
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