◇ Arde, espíritu, arde
◇ Arde, espíritu, arde
Remontó el aire
que respiraba para poseerle.
Ardió en su interior;
su siempre amada
se alejaba cada día más.
Sabe que lo inquieta,
y aunque su mente se resista,
no tiene razón de ser.
Ya no lucha, está rendido.
Se entregó en cuerpo y alma,
manso para amarla
o morir en su olvido.
“Arde, espíritu, arde”,
se dijo y juró ser parte
de esa brasa que, aún
incandescente,
es más benévola que su olvido.
Que el fuego purifique
lo que fue casi un amor
no correspondido.
Él quiso tener sus besos,
pero sus labios no se dejaron besar.
Supo que quiso poseer su esencia,
pero ella no estaba ni libre ni dispuesta.
Su cuerpo buscó el suyo
y no encontró respuestas.
Sintió que siempre amó
a un ser que nunca
se dejó amar.
Ahora muerto, sin cuerpo ni piel,
ni presente ni futuro,
guardó su mirada
en el recuerdo más profundo.
Continuó su inexistencia,
sin aliento, sin razón,
porque supo que, al menos,
lo había intentado.
Solo que le arde el alma cuando lo piensa,
esa alma que una vez fue suya,
ahora condenada a vagar
en busca de amores perdidos.
♣ Autor: Miguel Ángel Acuña Márquez – Vientoazul ©
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