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Mostrando las entradas de febrero, 2025

¡Ay! amor

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◇  ¡Ay! amor...                                            Si en la penumbra de tu ser calmo me ves lejano, no desesperes  amor,  házmelo saber. Yo a veces me pierdo. Serena en la noche buscas el rumbo; quizás hoy de tus caricias no queden  simples migajas.                                          ♣ Autor: Miguel Ángel Acuña Márquez- Viento azul ©

Mis días en el Muñíz

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Viento azul 2014 ◇ Mis días en el Muñíz Algo me recuerda a un niño de corta edad, asomado a un ventanal del hospital Muñíz de Agudos, en Parque de los Patricios, con solo siete años de edad. Era un hospital con grandes ventanas y paredes blancas. Rosario (mi mamá) había salido de compras. Me encontraba jugando con mis soldados de plomo en un patio enorme de la casa, pero algo no estaba bien conmigo. Entonces, guardé todo y me acosté en la cama de mis padres. La fiebre ya estaba casi instalada. Al llegar mi mamá, empezaron las interminables consultas médicas. Pasé de una bronquitis aguda a meningitis y entonces fui internado con urgencia. Por esos años (1956), varias enfermedades habían llegado a Buenos Aires: parálisis infantil, tos convulsa y meningitis, todas ellas de cuidado. Mis recuerdos de esa época son difusos, apenas postales de una memoria lejana. Asomado a la ventana, algunas veces veía anillos circulares en movimiento, como un paisaje, y soñaba con treparlos. Era una...

Ausencias

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◇ Ausencias No recordaba su rostro; en su hogar no se escuchaban palabras sobre él. Las fotos estaban ausentes, a excepción de una que había visto traspapelada en un libro y la guardó para sí, en silencio. Mientras viajaba al trabajo pensaba en él, en su papá; su recuerdo era muy escaso. Según le contó su madre una vez, se distanciaron con muchos problemas cuando ella era muy pequeña, y según deslizó, casi nunca se había contactado por ella. Era tal el rencor de su madre que se ponía mal de solo escuchar nombrarlo. Por eso ella decidió buscarlo por su cuenta. I Año a año esperaba un llamado que la rescate del vacío emocional; a duras penas podía convivir con su madre, que ya en la preadolescencia no habían congeniado bien, y ahora, a los veinte, era más difícil aún. Pensaba: "¿Por qué mi papá no me contactó nunca? ¿Será que no le importo? Quizás no me querrá en su vida..." A veces torturaba a su madre para que le contara algo, pero casi siempre recogía quejas o todo termina...

Ema

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Ema   Autora: Corina María Clavijo © Ema tiene 76 años, aunque por coquetería, tal vez, nunca diga su edad. Recientemente ha enviudado, vive sola, en su pequeña casa, en un barrio tranquilo, de calles arboladas y bien iluminadas. Viste blusa con detalles de delicados encajes en puños y cuello. Falda oscura a media pierna. Su cabello corto, lacio y canoso, le da carácter y firmeza Su hija, Adela, le ha dicho en varias oportunidades, que se  vaya a vivir con ella. Pero, aún no lo decide  y prefiere prolongar su respuesta con excusas. Desde hace un tiempo percibe dificultades en la memoria y  su propia hija notó que en algunas oportunidades pareciera no entender las conversaciones, como si no prestara atención por momentos, para luego seguir la charla sin problemas. Ema tiene su casa impecable. Adela, cuando la visita, siente como si estuviera en un museo, a veces le gustaría que su madre sea más libre, sin esas ataduras a lo que estuvo casi toda su vida. Padres y marid...

◇ Prólogo: lIBRO Vientos de papel

 ◇ Prólogo: Vientos de papel Por  Norberto Calul {Escritor contemporáneo, Argentino) Prologar un libro es mucho más que el compromiso de leerlo y opinar sobre él. Es mucho más que hacer un bosquejo de la obra. Es entender al autor, acercarse a su impronta, descubrir su trasfondo y transmitirlo al lector, quien en definitiva hará del libro su libro de cabecera o solo uno más, por tomar ejemplos extremos. Por lo menos, es lo que habitualmente me pasa cuando acepto, agradecido, la posibilidad de hacer un prólogo, y cuánto más si es para alguien cercano en el afecto. Con "Vientos de papel", el autor termina por darle la razón a aquellos que sostienen que cuando escribe, el autor revela sus secretos, sus razones, sus amores y desdichas, sus cuestiones inconclusas, su frustraciones, sus dudas y, por sobre todo, su posición ante todo lo anterior, casi en un análisis de sí mismo. Y Miguel Ángel Acuña lo hace, reflexionando mientras revuelve en la trama o mientras le da la forma adecu...