Ema
Ema
Autora: Corina María Clavijo ©
Ema tiene 76 años, aunque por coquetería, tal vez, nunca diga su edad.
Recientemente ha enviudado, vive sola, en su pequeña casa, en un barrio tranquilo, de calles arboladas y bien iluminadas.
Viste blusa con detalles de delicados encajes en puños y cuello. Falda oscura a media pierna. Su cabello corto, lacio y canoso, le da carácter y firmeza
Su hija, Adela, le ha dicho en varias oportunidades, que se vaya a vivir con ella.
Pero, aún no lo decide y prefiere prolongar su respuesta con excusas.
Desde hace un tiempo percibe dificultades en la memoria y su propia hija notó que en algunas oportunidades pareciera no entender las conversaciones, como si no prestara atención por momentos, para luego seguir la charla sin problemas.
Ema tiene su casa impecable.
Adela, cuando la visita, siente como si estuviera en un museo, a veces le gustaría que su madre sea más libre, sin esas ataduras a lo que estuvo casi toda su vida.
Padres y marido muy pero muy severos, hicieron de ella una persona retraída y llena de censuras.
Cuando heredó la casa, heredó también muebles, plantas, ropa, paredes con olor a humedad y muchos recuerdos que ahora se estan escabuyendo, como cuando uno quiere atrapar una gota de mercurio.
Su hija por fin, logró convencerla de
visitar al médico. Aunque Ema no encontraba motivo alguno para asistir a la consulta.
Durante la entrevista refirió varias veces problemas de la memoria y
en particular dificultades sobre las tareas de la casa.
El médico buscando algo más, notó cierta tristeza e irritabilidad. También en la charla, Ema le contó que sufría hace un tiempo de insomnio, pero que no le dio relevancia, pues no quería ser una carga para su hija.
En concreto, luego de la visita al doctor y con un pequeño arsenal de estudios, Ema decidió mudarse a la casa de su hija e iniciar el tratamiento médico para la depresión.
Logró cierta mejora en la memoria y en el ánimo.
Un año después, comenzó nuevamente con los olvidos frecuentes, perdía cosas; síntomas que gradualmente empeoraron.
Ella sabía perfectamente lo que le estaba pasando, depresión primero, síntoma tratable y evaluable con estudios, pero, presentía que todo iría progresando irremediablemente al Alzheimer.
Sabía que tenia un texto guardado en algún lugar, un poema recortado de una revista, lo buscó, sin resultado, se frustró.
Sólo le llegaban a la mente algunos versos sueltos…
“si alguna vez olvido quien soy, llévame al mar…
“di un te quiero para que el corazón recuerde latir...
“mírame a los ojos y no me olvides tú...
Ema y su hija, continúan viviendo juntas.
Ema tenia razón con su
presentimiento.
Autora: Corina María Clavijo ©
Seudónimo: Arcoiris
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